Por: Rosa Pingo

Me gustaría comenzar invitándolos(as) a cerrar sus ojos e imaginar una escuela inclusiva: ¿Cómo luce?, ¿Cómo son sus estudiantes? y ¿Qué aprenden ahí?
Utilicé el verbo «imaginar», porque a pesar que nuestro país ha avanzado en términos de normativa sobre educación inclusiva y que como integrante de Aliados, sé que hay escuelas que están cambiando sus paradigmas sobre la atención a la diversidad, para muchos(as) de quienes leen esta publicación, puede que todavía se sienta lejana la idea de ver, participar o trabajar en una escuela inclusiva. Si bien existen experiencias con largas trayectorias alrededor del mundo que nos inspiran y nos dejan ver que la educación inclusiva es posible, a veces dichas realidades se sienten distantes a lo que vemos en el día a día en las escuelas.
Por supuesto, ¡eso no nos detiene! Al contrario, nos motiva a buscar, conocer más y capacitarnos, para poco a poco asegurar una educación de calidad en las aulas y escuelas. En esa línea, quiero contarles un poco de mi experiencia en La Pampa, provincia argentina que actualmente no tiene escuelas especiales y que creo es un ejemplo cercano de cómo lograr una educación para todos(as).
Hace unos meses, participé de una visita de estudio que realizó una delegación de líderes educativos uruguayos a La Pampa, que buscaba aprender de los resaltantes avances de la provincia. Particularmente, queríamos conocer cómo habían logrado que todos(as) los estudiantes, independientemente de su condición, participaran y aprendieran juntos(as) en las escuelas regulares. Durante nuestros días ahí, hablamos con funcionarios(as) del Ministerio de Educación de la provincia, quienes nos contaron la historia y el compromiso detrás de los resultados actuales. En pocas palabras, cómo pasaron de la idea a la acción, de «imaginar» a «transformar».
Y bueno… los resultados de esta transformación los vimos ¡en vivo y en directo! Visitamos escuelas de todos los niveles, en donde dialogamos con directivos, docentes, personal de apoyo, estudiantes y familias. Dichas conversaciones nos permitieron confirmar el rol clave que tiene cada agente para que esta transformación sea posible y se siga dando, porque como ellos(as) nos decían y nosotros(as) sabemos, la educación inclusiva es un proceso continuo.
Mi instancia en La Pampa me ayudó a dejar de imaginar escuelas «inclusivas» y me permitió ver escuelas regulares, con sistemas de apoyos que responden a las diversas necesidades de sus estudiantes. Escuelas con niños(as) y adolescentes con diferentes características que conviven y aprenden en un solo espacio. Escuelas cuyos estudiantes, familias, docentes y directivos tienen una visión clara sobre el objetivo de la educación y qué es necesario para asegurar que todos(as) puedan ejercer este derecho.
Aunque La Pampa no es una experiencia cien por ciento replicable, porque cada lugar responde a las características de su población, junto a un par de colegas consideramos que hay lecciones trascendentes que pueden inspirar y orientar el camino de transformación de otros(as). Por eso, los(as) invito a leer nuestro comentario «Transformar todo el sistema para lograr una educación inclusiva«, en donde encontrarán en más detalle lo que vimos y aprendimos de La Pampa.
Quiero terminar esta publicación con una frase que nos compartieron nuestros anfitriones(as) y espero que resuene con cada uno(a) de ustedes como resonó conmigo:
«Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo» Eduardo Galeano
